El fulanito y sus pelotas
Al principio solo tiraba una y se echaba a reír como loco pero no tenía idea de qué más podía hacer, después poco a poco le fue agarrando la onda y descubrió que podía echarse a correr tras ellas descubriendo una variante más de cómo jugar con las dichosas pelotas. Después le dio por guardarlas en un bote, las guardaba las sacaba, las volvía a guardar y las volvía a sacar, luego al fulanito le entró la idea de sólo tenerlas en la mano y así andaba todo el día por todos lados, con una pelota en cada mano.
Ahora el chamaco ya agarra hasta dos pelotas por mano y las tira todas de un jalón a veces tres pelotas y cuando se ve bien abusado hasta cuatro salen rebotando al mismo tiempo pegando por todas las paredes, puertas y de tras de ellas el fulanito corriendo y gritando para poderlas recoger de nuevo y aventarlas hacia donde caigan sin importarle mucho a que le pueda pegar. La tele, las mesas, los muebles, las ventanas y la estufa por decir algunas cosas no se han salvado de los golpes de estos juguetes.
Los últimos días al fulanito le ha dado por aventarnos las pelotas así nomás, llega con su típica cara de pingo sacando la lengua de lado y nos las avienta, si nos da se ríe y sale corriendo por otra para repetir la acción, si no recoge esa pelota y hasta que nos atina queda contento. Claro que al principio es gracioso pero después de un par de pelotazos el asunto pierde un poco el chiste para nosotros. El que de plano las lleva de perder es el poncho, el pobre perro nomás se anda escondiendo para evitar pelotazos pero de plano ya fue tanta la necedad del fulanito que hasta el perro ha aprendido a esquivarlas y ya no es tan fácil que el chamaco le de un trancazo.
El fulanito las cuida harto, de vez en cuando si ve que Má lava los trastes le pide que moje sus pelotas, jala el trapo que colgamos en la estufa y las seca mientras las guarda en su bote. Las pelotas no duran mucho tiempo y en menos de 15 minutos ya están rodando de nuevo por todos lados.
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