jueves, 2 de diciembre de 2010

¿dónde anda fulanito?

Al fulanito le gusta muchísimo la pecera de su tío materno, le llama la atención la luz y los colores, tanto que de plano no se despega de ahí. Mientras está paradito viéndolos les baila, les habla y cuando la emoción le gana le da unos buenos manotazos a la pecera acabando así con la tranquilidad de los dos pobres peces que se mueven para todos lados tratando de evitar las vibraciones.

Pues ayer estábamos en casa de mi mamá poniéndonos las dos al día con los chismes de todo tipo mientras el fulanito se quedó muy tranquilo jugando con el Poncho en uno de los cuartos. Salí un momento para terminar de darle el chisme completo a mi madre sobre algo y vi como el fulanito gateó al cuarto de al lado para ir a ver la pecera. Al terminar de dar mi parte correspondiente fui a buscar a mi chamaco y no lo encontré junto a la pecera como esperaba, entonces me regresé con el poncho y tampoco lo encontré…creí que a lo mejor se podía haber metido en el cuarto de mis padres y me enfilé hacia allá…¡y nada! Tampoco estaba ahí.

Aquí comprobé lo rápido que trabaja nuestra mente, porque pensé todo al mismo tiempo: me reproché por haberlo dejado unos minuto, creí que a lo mejor no había buscado bien, pensé en los lugares en los que podría haberse metido jugando a las escondidas, mientras el corazón me saltaba pensando que podría haberse atorado en algún lado, a la vez tratada de calmarme para seguir pensando en donde buscar, mi reacción fue andar de un lado a otro llamándolo esperando su respuesta y trataba de estar tranquila mientras me seguía reprochando.

Después volví a recorrer los cuartos pero esta vez me metí decidida a encontrarlo a como diera lugar buscando hasta por debajo de las camas, era absurdo que se me perdiera en un departamento tan pequeño pero los niños se meten en los lugares menos esperados. Entré el cuarto con el poncho y nada, me metí al cuarto de la pecera caminé un par de pasos y en eso escuché una risita explotadora con un gritito de felicidad…el chamaco este andaba moviéndole a la válvula del oxigeno de los peces, pero como sabe perfecto que esa travesura está prohibida por la abuela, se metió en la esquina del cuarto bien pegado a la pared sin hacer ruido, el lugar perfecto porque la pecera lo tapa y es imposible verlo.

Al final me dio tanta risa de tan solo imaginármelo ahí paradito, quietecito todo en silencio disfrutando la movida del cierre del oxigeno a los peces y esperando no ser descubierto … lo abracé fuerte mientras él seguía riéndo y disfrutando su travesura.

Pues así viví la primera experiencia de muchas escondidas que vendrán de este chamaco… Mi corazón descansó pero también me di cuenta de lo paranoicas que podemos ser las mamás en estos casos, sin duda el fulanito disfrutó mucho y yo anduve como loca unos minutitos buscándolo por todos lados como dice mi madre: con el alma en un hilo…

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